Amigo mío, Rolando Stevenson Velasco, aún sabiendo que tú opinión respecto de visitar tumbas era «no hacerlo y recordar en el corazón…», no pude seguir sin venir a tu propia tumba. No pude porque necesito terminar de convencerme de que NO ESTÁS !.
Cada noche creo escuchar el timbre de mi teléfono entre las 8 y 9 creyendo que es tu llamada diaria, cómo fue durante toda la maldita pandemia y, si no, miro mis números favoritos y el instinto me lleva a marcarte… Para escuchar tu voz, tu saludo de siempre «hola, qué novedades hay…?»
Rolando, amigo, ha sido difícil… Muy difícil, porque eran tantas cosas:
– Fechas en que nos juntábamos a almorzar, si o si: Día del Padre; 18 de septiembre (los 19); 25 de diciembre; a fin de cada año; tu cumpleaños y el mío; etc.; etc.; etc. Y, nos juntábamos a conversar, comer rico, tomar un par de jotes. Te gustaba que yo prendiera la parrilla y yo te pedía tu insuperable ensalada «rusa». Siempre de día, sin «tomatera», sólo conversar, reír y… a seguir conversando. Era en esos momentos en que yo extraje de tí tantas y tantas historias de tu querido San Felipe, conocí tantas anécdotas, supe de tantos personajes públicos y criollos del valle del Aconcagua. Te preguntaba ávido de saber de otros países, los que tú visitaste y, me hacías viajar y estar allí.
Asimismo, nos tocó acompañarnos en momentos duros de cada uno y ahí afloraba toda tu sabiduría, sapiencia, preocupación verdadera y tu fe inquebrantable.
Eras (y seguirás siendo) un ejemplo de austeridad, compromiso social y político y de DECENCIA A TODA PRUEBA !. Cuántas campañas electorales juntos y nunca… nunca escuché a nadie que reclamara una deuda tuya, nunca. Tu sola presencia y compromiso bastaba para que la contraparte supiera que así iba a ser tu cumplimiento en lo comprometido.
Hoy le escribo al amigo INCONDICIONAL y con la paciencia y empatía infinitas para «soportarme» durante tantos años y forjar una amistad a toda prueba.
Cómo no recordar -por ejemplo – cuando en la última semana de febrero del 2020 nos dió «la tincá» y partimos a almorzar a Los Molles, después arrendamos un par de sillas (firmes) y nos sentamos en silencio a mirar y escuchar al mar por mas de 2 horas, luego a Papudo a tomar onces y de vuelta a San Felipe en el Suzuki, pequeño para tu tamaño, pero que tanto te gustaba andar en él. A 2 semanas de eso se desató la pandemia y, ahí, nos pusimos de acuerdo, intercambiamos llaves de casa y departamento y quedamos claros en lo que debía hacer el otro si alguno se contagiaba… Aquello no fue necesario de concretar, te cuidaste muchísimo, aunque extrañabas demasiado el contacto real con la gente, ese que disfrutabas de verdad y con el corazón.
Te escribo para darte las gracias Rolando… Te escribo para decirte que no seré capaz de escribir ese libro pendiente yo sólo… Te escribo para decirte que mis hij@s Constanza y Emilio están bien y que lloraron mucho tu partida porque siempre sintieron tu amor por ellos… Te escribo para confesarte que a mí Madre Raquel, a quien tú querías tanto y le mandabas chocolates, no le he contado de tu muerte, no me atrevo… Te escribo, también, para RECLAMARTE tu partida evitable y, lo hago, porque de nuestras intensas discusiones fuertes y profundas, finalmente siempre sacabamos la mejor conclusión para ambos… Por lo tanto me siento con el derecho inalienable de RECLAMARTE EL QUE TE HAYAS IDO DE ESTE MUNDO, pudiendo haberse evitado.
Y -por último – te escribo para PEDIRTE QUE, desde ese lugar maravilloso en que estás en compañía de la señora Carmen, te sigas preocupando de este amigo, tal y como lo hiciste cuando estabas aquí… Por favor Rolando Stevenson Velasco … Te extraño «Rolo» !!!
POR EMILIO AVAID