San Felipe. El reciente fallecimiento de Pablo Leiva Inzunza, estudiante de séptimo año de Medicina en la Universidad de Valparaíso, sede San Felipe, ha conmocionado a la comunidad educativa y puesto en evidencia una vez más las deficiencias en la protección de la salud mental de los estudiantes. Pablo, de 27 años, fue encontrado sin vida en Llay Llay tras haber desaparecido el viernes pasado. Este trágico hecho representa el segundo suicidio en la carrera de Medicina de la UV en los últimos tres años, siendo el primero en 2021 con la muerte de José Miguel Galasso, también alumno de séptimo año.
Compañeros y amigos de Pablo señalan que las condiciones adversas y la falta de apoyo adecuado dentro de los campos clínicos influyen fuertemente en estas decisiones. De hecho, los problemas mencionados en cartas abiertas, como la escrita tras la muerte de José Miguel, permanecen sin resolverse, y los estudiantes continúan expuestos a un ambiente hostil que les genera altos niveles de estrés y ansiedad.
En un comunicado emitido por los estudiantes, se denuncian abusos sistemáticos por parte de tutores en los internados, quienes carecen de la preparación adecuada en docencia, y subrayan las largas jornadas de trabajo, algunas de hasta 120 horas semanales, como factores determinantes. «Nos encontramos desprotegidos desde el punto de vista legal y las universidades, lejos de ser un factor protector, son los principales estresores», señalan.
La comunidad estudiantil exige con urgencia la promulgación de una ley que regule las condiciones de las prácticas clínicas y una ley específica de salud mental en la educación superior. «Es hora de decir basta», reclaman, reiterando que no son casos aislados, sino una problemática extendida que afecta a distintas universidades del país.
Familiares y compañeros piden que la muerte de Pablo no sea en vano y que este caso sirva para visibilizar la precariedad a la que están sometidos los futuros profesionales de la salud. «Entregamos a un niño feliz y nos lo devolvieron en un cajón», lamentan los padres de Pablo, quienes junto a la comunidad universitaria urgen por un cambio estructural que garantice la salud mental y el bienestar de los estudiantes.